Magical Girl

15 Febrer


CARLOS VERMUT, EL 'MAGICAL BOY'
  Ahora que festivales, críticos y colegas se han rendido a su talento (desde Toronto a Almodóvar), Carlos Vermut se enfrenta a la prueba de fuego: el público. Hoy se estrena Magical Girl, el filme que hizo doblete histórico en San Sebastián, un siniestro, perturbador relato tocado por la originalidad dramática y, probablemente, la genialidad. Nos preguntamos: ¿qué convierte al joven Vermut en el magical boy del cine español?
Entonces, a pesar de los escepticismos, no íbamos tan descaminados. No lo íbamos cuando en junio de 2012, fascinados con una película de producción marginal (hecha con apenas 25.000 euros) y distribución alternativa (estreno on-line) titulada Diamond Flash, aseguramos que su director, Carlos Vermut (Madrid, 1980), había llegado del mundo del cómic para “hacer tambalear el cine español” con un “sorprendente, casi milagroso debut”. Tampoco, a pesar de los escepticismos, nos visitó la fiebre hiperbólica cuando a finales de ese mismo año, en las votaciones del mejor cine de la temporada, nuestros críticos situaron Diamond Flash en los primeros puestos de la lista. Es verdad que no fuimos los únicos en la celebración: los cronistas, festivales y espectadores más atentos también participaron de aquel entusiasmo hacia una ópera primera que, como indicamos, garantizaba a su responsable de apenas 32 años “un futuro muy prometedor”. 
Ese futuro no se ha hecho esperar demasiado. Se llama Magical Girl y, aunque la película estuvo a punto de entrar en el Festival de Cannes, probablemente lo mejor que le pudo haber pasado es competir en San Sebastián. Como es bien sabido, se hizo con el doblete histórico: Concha de Oro a Mejor Película y Concha al Mejor Director. Mientras, un Pedro Almodóvar rendido al talento de este joven 'magical boy' aseguraba en su blog que es “la gran revelación del cine español en lo que va de siglo”, y comparaba el impacto de la película, “una verdadera obra maestra”, con los que generaron los segundos filmes de Víctor Erice (El Sur, 1983) y de Iván Zulueta (Arrebato, 1980). Desde el fondo de la extraordinaria confianza en sí mismo, apenas suavizado por la humildad y timidez que le acompaña, Vermut mantiene los pies en el suelo: “Una película, por muchos premios que le den o todo lo que se monte a su alrededor, no son más que dos horas de historia en una pantalla. No es para tanto”. 
Es bien extraña la confianza que Vermut deposita en el relato, en el poder de las ficciones, pues tanto en su debut como en su segundo trabajo, los enigmas más perturbadores acontecen fuera de los márgenes de la pantalla, detrás de puertas que no se abren o en pretéritos que nunca se desvelan. Nos invita a imaginarlo: “El fuera de campo cumple la función de no querer nombrar los terrores y miedos arcanos que llevamos dentro. Siempre es mejor dejar al espectador trabajar. Es un ser sensible”. Esta necesidad de dirigirse a un “lector cómplice”, como pedía Baudelaire, no impide en todo caso que el guion de Magical Girl funcione como un preciso mecanismo de relojería que, tal y como reflexiona el ser más siniestro del filme en torno a la idiosincrasia cultural española, se disputa en la batalla entre el cerebro y la pasión, entre la razón y el instinto.
La comparación de Almodóvar es pertinente sobre todo en el segundo de los casos, no solo porque al cine de Vermut lo impulsa también, como lo hacía en Zulueta, la vocación de romper algunos sistemas adquiridos, sino por el desasosiego que provocan. Si Arrebato era un filme sobre el poder vampirizador del cine, Magical Girl utiliza el cine para vampirizar nuestro poder fabulador, obligarnos a rellenar los vacíos más siniestros de las ficciones. “Como guionista y como director, creo que el cine consiste en estar siempre tres jugadas por delante del espectador. Me ha pasado desde que soy pequeño, que me aburro con las películas que ya se ve hacia dónde van”. En esta estrategia, resulta esencial la convivencia hasta la disolución de códigos, géneros y tonos -costumbrismo, comedia macabra, retrato social, thriller noir, melodrama...-, avivando algo tan improbable como que Tarantino y Melville se crucen con Almodóvar y Rosales.
El filme asocia los tres personajes protagonistas (Luis Bermejo, Bárbara Lennie y José Sacristán), destinados a cruzarse en una espiral de perversiones (la bisagra que une sus destinos es un vómito), a los “enemigos del alma” según el Cristianismo -Mundo, Demonio y Carne-, y despegando de un rosebud en torno a la crueldad infantil y sus formas de manipulación, la cadena de chantajes que pone en escena Magical Girl se encamina con decisión hacia el reverso de las buenas intenciones, hasta retorcer los principios de la moral. Como sostiene Vermut, en Magical Girl todo lo cruel y atroz ocurre no por un exceso de odio, sino por un exceso de amor”. Si algo deja claro el filme concebido en forma de puzzle, desde las presencias de sus tres protagonistas, es que todos alimentamos un monstruo en nuestro interior. “Es muy cobarde dividir a los hombres en monstruos y en humanos. Dependiendo de las circunstancias, todos podemos llegar a ser abyectos. Yo soy un relativista. Y cuando escribo mis filmes, ese relativismo es casi como un dogma”.
El impacto dramático de Magical Girl, que conduce a los territorios del dolor y la destrucción, encuentra su vehículo estético en una puesta en escena donde impera el minimalismo, casi el ascetismo bressoniano, con planos fijos de larga duración. “No quiero que nada distraiga de la historia. El centro de la película deben ser los actores, los personajes. No me gustan las cosas barrocas, ni los virtuosos movimientos de cámara”. Hallamos en su cine un rigor tocado por brotes de locura y espasmos de personalidad, logrando aquello tan difícil para cualquier creador: que su universo personal entronque con el escenario sociocultural de su tiempo. “Nadie me ha dicho lo que puedo o no puedo hacer en una película por una simple razón: jamás he sido ambicioso a nivel económico. No necesito ser rico. Y esto tiene algo que ver con la decadencia de España que se refleja en la película. Hemos querido manejar un dinero que no teníamos y eso nos ha condenado. Hemos pactado con el diablo cuando no somos tan listos”. 
Carlos Reviriego (EL CULTURAL, 17/10/2014)

'Suspiros de España'
Quiso Dios
con su poder
jugar con fuego y rayos de sol
y hacer con ellos una mujer.

Luis, un professor en atur, coneix en un bar Damián, també mestre, qui ha passat una llarga temporada a la presó. La seua serà una història breu i acabarà irremeiablement d'una manera cruel. El bar adquireix aleshores identitat de saloon de western, i l'aspror amb la qual Carlos Vermut ens mostra el seu duel podria emparentar l'escena amb, per què no, el cinema dels germans Coen. No obstant açò, els Coen no haurien rodat mai un duel en un castís bar de Madrid, amb la musiqueta d'una màquina escurabutxaques i la retransmissió d'un futbolístic Espanya – Portugal de categories inferiors com a única banda sonora de la tragèdia.
Aquest exemple serveix -a més d'altres presents en pel·lícules com La mujer sin piano (Javier Rebollo, 2009) o Gente en sitios (Juan Cavestany, 2013)- per a il·lustrar com el cinema d'autor patri ha aconseguit, els últims anys, representar d'una manera gens evident, la seua espanyolitat. Una marca a vegades casposa, a vegades patètica, però mai retratada des de l'altivesa ni el menyspreu. L'Espanya de Rebollo, de Cavestany o de Vermut, és la mateixa Espanya de Torrente o Carmina, però sense la sobreexposició ni la paròdia dels seus trets. Si de cas, embolicada amb un halo de pessimisme cínic. Però hi ha certa tendresa, que no condescendència, en la manera en què els citats directors l'observen. Així s'explica, per exemple, l'apassionada soflama que Oliver Zoco, un proxeneta en cadira de rodes, pronuncia en Magical Girl a favor de la Festa Nacional com a representació artística de l'enfrontament entre raó i emoció. El personatge és tan menyspreable com magnètic, i el seu discurs, tan apassionant com els que escoltava Clarice Starling de boca de Hannibal Lecter. I és que més enllà de l'acudit d'una Constitució Espanyola que exerceix de perfecte amagatall per al lliurament d'uns diners (doncs ningú va a tocar-la mai), o de l'ús d'una cançó de Manolo Caracol com a leit-motiv emocional de la protagonista, Magical Girl, com ocorria amb Diamond Flash, o amb els últims films de Rebollo i Cavestany, és una pel·lícula espiritualment castissa.
El segon llargmetratge de Carlos Vermut és un film de ferides a través de les quals es va descarnant el seu drama. I en eixe sentit, cap ferida oberta li ve millor per a encapsular als seus personatges que la crisi econòmica que ha arrassat Espanya en aquest lustre negre. Tot el que ocorrerà després naix del capritx inicial de Luis, un aturat que desitja fer-li un innecessari i banal regal a la seua filla malalta. Un mestre, víctima de les retallades, que no accepta que aquella classe mitjana a la qual pertanyia ja no existeix. El capitalisme segueix exercint de fàbrica de somnis impossibles, i per açò l'últim desig de la seua filla Alicia és tenir el prohibitiu vestit de la seua heroïna manga favorita. Luis iniciarà aleshores un descens als inferns per a fer-li front, d'alguna manera, a la crisi.
Però la fallida econòmica no és més que el decorat en el qual es mouen els personatges, de la mateixa manera que en Diamond Flash, Vermut va al·ludir al robatori de xiquets durant el tardofranquisme i la Transició al nostre país per part de l'Església per a embolicar el segrest d'una xiqueta a la pel·lícula, punt de partida que desencadenava la resta d'històries del film. Aquell misteriós personatge femení, de veu amable, que gestionava per telèfon el rapte mentre pintava la figureta d'un àngel, va ser revelat com una monja-androide en la historieta que David Rubín va aportar a la recopilació de còmics que acompanyaven l'edició en DVD de Diamond Flash, cosa que fa més evident la referència històrica que Vermut havia emprat en la pel·lícula.
Per a Vermut, Espanya és una dona ferida, maltractada, potser fins i tot amb el seu consentiment o per ella mateixa. La problemàtica relació que les seues dues pel·lícules estableixen amb la violència de gènere arrelen les seues històries, d'entrada, a una de les majors xacres de la nostra societat. Des de l'hospitalitzada mare sense rostre de Diamond Flash, al cos tallat de Bàrbara en Magical Girl, el director retrata els seus personatges femenins com a víctimes d'un poder superior que les sotmet, com eixe Déu totpoderós que jugava amb foc i rajos de sol en el conegut pasdoble. Però el personatge de Bàrbara és en aquest sentit apassionant, ja que aconsegueix fer d'eixa fragilitat arma llancívola per a manipular les peces del tauler a la seua voluntat i convertir-se en el vertader demiürg de la funció. D'alguna manera, la lliçó que ens ofereix Vermut és que no hi ha millor manera de sobreviure als contratemps que fer de la pròpia feblesa fortalesa. Una lliçó que, potser, hauríem d'aprendre com a país.

LA FITXA
Espanya, 2014. 127 minuts
Direcció i Guió: Carlos Vermut. 
Fotografia: Santiago Racaj. 
Producció: Álvaro Portanet Hernández, Amadeo Hernández Bueno i Pedro Hernández Santos.
Intèrprets: José Sacristán (Damián), Bárbara Lennie (Bárbara), Luis Bermejo (Luis), Lucía Pollán (Alicia), Israel Elejalde (Alfredo), Elisabet Gelabert (Ada), Miquel Insúa (Oliver), Teresa Soria Ruano (Adela), David Pareja (Javier), Eva Llorach (Laura).

PRÒXIMA PEL·LÍCULA

LA MUJER DEL CHATARRERO / Bòsnia-Hercegovina, França, Eslovènia i Itàlia, 2013 / 74 min.
Danis Tanovic

Nazif és ferroveller i viu a Bòsnia amb la seua dona Senada i les seues dues filles. Un dia, Senada pateix de forts dolors i ha de ser hospitalitzada d'urgència. Però no té cobertura sanitària i la parella ha de pagar l'operació, una fortuna per a un ferroveller. Durant deu dies, Nazif tracta desesperadament de trobar més ferralla per a vendre, recorre a diverses institucions, i remou cel i terra per a salvar la vida de Senada.







1 comentario:

Anónimo dijo...

Bon dia,

es poden comprar les entrades abans? o només eixe dia en el centre social?
Gràcies.