Podría esta Aleksandra ser una improbable Abuela y nieto que convirtiera en trilogía el sublime díptico de Aleksandr Sokurov Madre e hijo (1997) y Padre e hijo (2003) y desestructura de forma impresionista las relaciones paternofiliales. Pero no, existen diferencias palpables que separan ontológicamente las intenciones alegóricas de las segundas frente al poder comparativo de la primera. Aquí no es tan importante la relación entre la abuela Aleksandra y su nieto oficial del ejército ruso destinado en territorio checheno, como el retrato en sí del conflicto interno que padecen los verdaderos protagonistas: soldados y aldeanos parecen vivir en una zona de nadie que se va pudriendo paulatinamente bajo sus propios escombros. Son visiones de la guerra, no como se entendería en los cánones del clasicismo genérico, sino como un muestrario íntimo de los padecimientos individuales y colectivos que todo conflicto bélico acaba generando.
Aleksandra no es sólo la abuela de un militar. Su llegada al campamento la convierte epifánicamente en la abuela de todo el regimiento, una madre envejecida, cansada y dolorida que no entiende ni comprende nada de lo que está pasando. Una madre Rusia que mira con tristeza cómo malviven los soldados echándole veladamente la culpa al pueblo rebelde. Hay una secuencia clave: cuando el nieto le enseña cómo se usa un fusil kalashnikov. La imagen de Aleksandra con el arma es la imagen de un país envejecido en una guerra a la que se le han difuminado los límites temporales; nadie se acuerda de cuándo empezó y no existe ningún atisbo de un final cercano.
Sokurov no es un realizador del todo accesible. Películas como Molokh (1999) o la propia Padre e hijo así lo atestiguan: diálogos de gran belleza lírica intrincados en estructuras metafóricas que el espectador acaba entendiendo sólo en parte. Curiosamente Aleksandra, segunda película estrenada en España de este maestro tras la soberbia El arca rusa (2002) –su obra se ha podido conocer, principalmente, gracias al Festival Internacional de Navarra “Punto de Vista” y a la Muestra Internacional de Cine Europeo de Cataluña (MICEC)–, es una producción mucho más directa, con un extraño carácter realista que extrae lecturas de una topografía limítrofe con el abismo y la abstracción. Aleksandra es polvo y ruinas, luz ceniza y oscuridad absoluta. Tiene algo de absurdo beckettiano en su devenir espiral: un personaje se mueve continuamente para llegar a ninguna parte ni a ninguna conclusión. Algo así como una road movie a pie que gira siempre sobre un mismo eje.
Los (pocos) diálogos se lanzan de forma directa y clara (otro asunto sería lo que esconden cada una de las preguntas que Aleksandra va formulando): “¿Qué es la patria?”, “¿No echas de menos tu hogar?”, “¿Habéis matado a alguna persona hoy?”; Sokurov parece volverse terrenal y cercano, en vez de poeta y abstracto. Eso no significa que Aleksandra sea un filme prosaico; como siempre en el cine del ruso existen capas de emoción desestructuradas bajo un discurso intelectual, por suerte, nada académico. Una planificación plástica soberbia, plagada de interiores angostos y oscuros y exteriores polvorientos y en descomposición, otorga al paisaje un contexto dramático. La protagonista recorre cada uno de los escenarios reales cansándose a cada paso que da, como si la tierra fuera también un enemigo. El agotamiento, físico y psicológico, sin embargo, no puede con ella, su cabezonería la obliga a seguir hacia adelante pese a todos los obstáculos que se le presentan.
No existe imagen optimista por más amor (y rigor) que desprenda Aleksandra. El ejército es retratado como un puñado de soldados jóvenes sin dinero y sin rumbo: sólo siguen órdenes desde ninguna parte. Los militares aparecen desertando, peleando, esperando la comida, hablando en círculos. La imagen del pueblo colindante al campamento es aún más rasgada, si cabe: una población envejecida que vive en edificios semiderruidos y se mantiene gracias al mercado negro. Un pueblo, como se indica en un momento del filme, que ha perdido la ilusión por vivir.
En su conjunto, la obra de Aleksandr Sokurov –el único cineasta que ha sabido heredar de forma correcta el impecable legado de su compatriota Andrej Tarkovski– ofrece uno de los retratos más poderosos que se han realizado sobre el Siglo XX. La relectura de la Historia a partir de sus conflictos dramáticos, sus personajes clave y su legado artístico. Ya sea ficción o documental el retrato siempre es solipsista, de una gran belleza. El firmante de Aleksandra es un cineasta clave, un maestro del cine. Que por fin estrene en nuestro país normalmente debería ser motivo de regocijo para todos.
Alejandro G. Calvo (EL CULTURAL, 30 de maig de 2008)
ÀVIA I NÉT
L’any 1994 s’inicia la primera guerra de Txetxènia amb l’entrada de l’exèrcit rus a Grozni, els motius que l’impulsen són tan polítics com econòmics, tot i que l’experiència evidencia que de les ferides d’una terra castigada per la guerra sovint hi brolla el petroli més que no pas les idees. Un conflicte bèl·lic poc conegut i que alhora s’erigeix com un dels més cruels del s.XXI. Una guerra que pràcticament només es fa present als mitjans de comunicació a través de la cobertura de tràgics esdeveniments com el segrest a l’escola de Beslan o la presa del teatre Dubrovka a Moscou, o de l’assassinat d’Anna Politkovskaia, una de les periodistes més crítiques amb el Kremlin de Vladimir Putin i amb la seva qüestionable actuació a Txetxènia.
El darrer film d’Aleksandr Sokurov Aleksandra forma part de l’escàs grup d’obres cinematogràfiques que intenten apropar-se a la guerra de Txetxènia, en aquest cas el director col·loca al bell mig d’un camp militar situat en aquesta república del Caucas a Aleksandra, una àvia que arriba al front a visitar el seu nét Denis, un dels millors oficials de la seva unitat.
El personatge d’Aleksandra està interpretat per Galina Vishnevaskaya, soprano, icona de l’alta cultura russa, casada amb el cèlebre violoncel·lista Mstislav Rostropovitx i amb la qual Sokurov ja havia treballat en el seu documental Elegia de la vida (2006) - homenatge que el cineasta rus va fer al seu marit. En aquesta ocasió, però, l’allunya del seu entorn cultural i de la seva còmoda vida per transportar-la a la crua realitat d’un conflicte armat. Aleksandra passarà la seva estada envoltada de soldats i d’algunes dones txetxenes en la seva breu incursió al món civil, procurant rebre respostes per tal de comprendre el que sembla incomprensible.
A través del deambular lent d’Aleksandra el temps es dilata, acompanyant els soldats en l’espera de la guerra en suspens. Sokurov no volia mostrar frontalment l’horror de la guerra: «La guerra és sempre quelcom terrible. En aquesta pel·lícula sobre la guerra no hi ha cap guerra... No hi ha poesia en una guerra, no hi ha bellesa, i mai no hauria de filmar-se poèticament: és un horror que no es pot expressar, una degradació humana que no es pot expressar». La guerra per tant troba el seu ressò, només en forma d’indici, en les flames d’un incendi llunyà o en la fesomia d’una ciutat en runes.
La música d’Andrei Sigle abraça en alguns instants les veus trencades dels soldats, melodies que atorguen un contrapunt als sons registrats in situ i emfatitzen algunes imatges que semblen trobar-se a mig camí entre la realitat i l’espai mític, la vigília i el somni.
Amb Aleksandra Sokurov torna a explorar les relacions familiars com ja ho havia fet anys enrera a Mare i fill i a Pare i fill, aquesta vegada, però, la relació és entre una àvia i el seu nét. Si en la primera d’aquestes pel·lícules la càmera ens apropa als últims dies d’una dona malalta acompanyada pel seu fill, en un retrat bellíssim i commovedor d’una Pietat invertida, en el cas d’Aleksandra el tema de la mort hi és latent però no s’evidencia. Sokurov, sempre des del seu to elegíac i amb el contacte físic com a canal transmissor de sentiments, ens mostra un comiat que la incertesa no deixa pensar si és o no per sempre.
Marta Sureda (Col·lectiu de Crítics de Cinema de Girona)
LA FITXA
Rússia-França, 2007. 95 minuts
Direcció i Guió: Aleksandr Sokurov. Fotografia: Alexander Burov. Música: Andrei Sigle. Productors: Andrei Sigle, Laurent Danielou.
Intèrprets: Galina Vishnevskaya (Aleksandra), Vasily Shevtsov (Denis), Raisa Gichaeva (Malika)
EL PAÍS - Cine - 30-05-2008
La madre Rusia
|
Entre los cineastas amados por los mejores festivales y por una parte de la crítica especializada, pero ninguneados por la distribución cinematográfica española, Ale-xandr Sokurov podría ejercer de adalid. ¿Razones para el olvido? Sin duda, la presumible (y comprobable) dificultad de su obra para buena parte del público. En activo desde 1987, aunque hasta una década después no se inició en el cine comercial -si es que esta palabra puede ir unida a su figura-, presente en la sección oficial de Cannes en seis ocasiones, el cineasta ruso sólo ha logrado estrenar una película en los cines españoles: El arca rusa (2002), un prodigio técnico repleto de escenarios, personajes y extras, rodado en un único plano secuencia de hora y media de duración. Algunos años (y películas) después, nos llega la segunda: Aleksandra, un viaje a través de la guerra y en torno a la familia, ambientado en el conflicto ruso-checheno.
Un tanto más accesible para el público que buena parte del resto de su obra, caracterizada por la lentitud y la impenetrabilidad de su discurso político, histórico y ético (como en su trilogía sobre los imperios: Taurus, Moloch y El sol, protagonizadas por Stalin, Hitler e Hirohito), Alekxandra sorprende desde el inicio por la, en principio, nula verosimilitud del planteamiento de su historia: una anciana que, en medio de la batalla, llega a un campamento en el que se encuentra su nieto, un oficial con el que pasará unos días.
Narrada con absoluto realismo, uno espera que ante tamaña tesitura, digna de un gag de Gila, en algún momento se ponga de manifiesto una alegoría hasta entonces invisible para el espectador. Quizá Sokurov esté hablando de la madre Rusia y sus hijos díscolos (Chechenia, entre ellos), de ahí que el retrato de la anciana sea el de una orgullosa, temperamental y casi repugnante madre de familia, pero el insondable sentido de la narrativa de Sokurov hace que no se pueda poner la mano en el fuego, sobre todo porque visualmente tiende a engrandecer a la mujer protagonista, y ello lleva a la teoría de que en realidad el cineasta, aunque pacifista, pues el absurdo de la guerra queda claro, se coloca del lado de la gran Rusia, al menos en el conflicto checheno.
PRÒXIMA PEL·LÍCULA
CALIFORNIA DREAMIN’ / Romania, 2007
Cristian Nemescu
Durant la guerra de Kosovo, el 1999, una unitat de l’exèrcit nord-americà viatja en un tren a través de Romania transportant equipament de l’OTAN. En una parada rutinària en un poble romanés, la situació es complica per les exigències del cap d’estació, un home corrupte i tossut que aconseguirà paralitzar el convoi durant uns quants dies. Interessant comèdia negra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario